miércoles, 19 de noviembre de 2014

adaptación "Todo tipo de pieles" actividad bloque ii

ADAPTACIÓN DEL CUENTO  "TODO TIPO DE PIELES"









Hace algún tiempo,  cuando los grandes castillos estaban rodeados de grandes bosques y había caballeros que marchaban de un lugar a otro en sus soberbios corceles. Había una familia real, rey y reina, de gran belleza y bondad. Ambos eran muy queridos por todo su pueblo por la forma tan generosa que tenían de gobernar y por su gran elegancia y elocuencia en el buen hacer. Ella la reina era muy muy pero que muy hermosa y tan coqueta que todo lo que se ponía le resaltaba aún más todos sus preciosos encantos. El rey era consciente y estaba encantado de que su mujer fuese así. Pero aunque eran muy dichosos en su forma de vida había algo que todavía les faltaba, algún personajillo al que ofrecerle todo lo que tenían.
El tiempo pasó y finalmente llegó el día en que anunciaron que pronto nacería un príncipe o princesa.
Niña fue y tan bonita y alegre como su madre. La llamaron Mariela,  la unión entre María y luz.
Todo parecía sonreír en este lejano país, pero no duró demasiado, pues al poco de nacer la pequeña, la madre enfermó. Los médicos más eminentes pasaron por la alcoba de la reina intentando encontrar un remedio a su mal, todo en vano, la hermosa reina se apagaba. Ni las carantoñas de la pequeña, ni todo el oro del rey conseguían una cura. La reina consciente de  todo lo que estaba pasando hizo llamar al rey a solas, le dijo que entendía que como rey tenía un deber ante su pueblo. Ella ya no estaría para acompañarlo pero debía seguir gobernando con inteligencia y la princesa necesitaba un padre lleno de energía que le enseñase el arte de dirigir con sabiduría y mucho cariño pues ya no podría acudir a ella.
 El rey, que la pena y el dolor no le dejaban asimilar mucho, escuchaba con atención y asentía a todo lo que ella decía." Una última cosa he de pedirte", dijo ella, "busca una esposa que te cuide a ti y a nuestra pequeña". "Aunque te pongo una condición, que sea más guapa que yo". 
Al decir esto su voz, que como era ya un hilo pidió que también llamaran a su pequeña, que a pesar de tener muy poquitos años ya andaba y seguía la conversación. Además sabía que su mama no se podía levantar de la cama y las visitas estaban muy limitadas. El irle a dar un beso era lo que más le gustaba. Así que pasó corriendo y de un brinco se sentó en la gran cama donde estaba su madre la reina.  Ella, le ofreció su última sonrisa, quería que su hija la recordara con la belleza que el amor emana. Le dijo "dame un abrazo y un beso fuerte", la niña estaba deseando hacerlo así que sus bracitos se agarraron a su cuello y apretó todo lo que pudo.
 Justo en ese momento la madre le susurró al oído; "se mi gran niña querida y cuida mucho de papa". La pequeña asintió y se soltó, no sin darle un beso precioso en la frente, antes de bajar de la cama.
Poco tiempo después la reina fallecía y todo el reino lloró su perdida. El rey, a pesar de que solo tenía ojos para su hija, su pensamiento siempre estaba ausente. No olvidaba su promesa, aunque el corazón le pedía otra cosa. Sabía que tenía razón y ahora tenía una labor más importante. De todos modos el corazón no siempre va regido por la razón y esto era lo que le pasaba al rey.
La princesa Mariela, mientras tanto, consciente de todo, pues el tiempo no se había parado, y  en el silencio de su alcoba echaba de menos a su querida madre. Cada noche acariciaba y besaba el retrato que tenía de ella junto a su cama. Le contaba sus aventuras y sueños, y buscaba como consolar a su desorientado padre. Lo que  no percibía era que ya se estaba convirtiendo en una mocita que iba superando cada día la gran belleza de su madre.
Su padre si lo veía y eso le ponía más triste porque no sabía cómo podría cumplir la promesa que en el lecho de muerte había contraído con su amada. Los consejeros del rey también estaban muy preocupados, pero que mucho, pues de seguir así el trono de la reina seguiría vacío. Y en aquellos tiempos eso era intolerable. Tanta fue la presión que el rey accedió a organizar un baile de máscaras donde las más bellas princesas y nobles de reinos cercanos y lejanos pudiesen acudir. Las máscaras y los vestidos debían reflejar sencillez, belleza y dulzura, que eran las características de la antigua reina.
La hija estaba encantada con la idea, pues a quién no le gusta buscar y pensar en un vestido de esas características. Ella también acudiría al baile.
El rey lo tenía muy complicado pues todos se esforzaron muchísimo y dejaron volar la imaginación hasta lo inimaginable. Aunque desde que comenzó el desfile y luego continuó el baile había una dulce figura que le llamaba poderosamente la atención. Ya casi al final, llamó a su mano derecha y le comunicó su decisión, la de manos y pies delicados con el traje y máscara de color perla era la elegida. Se lo diría y al día siguiente acudiría a palacio.
Nadie lo sospechaba, ni el mismo rey, pero cuando el hombre se acerco discretamente y  toco en el hombro a la elegida y comunicándole la decisión del rey, esta se llevó un sobresalto tan grande, se cogió tan fuerte al palito que sujetaba la máscara que la ocultaba, que consiguió que no se le cayera y descubriera su verdadera identidad.
Mariela le dijo, con voz muy dulce:  "al salón del trono mi doncella acudirá mañana. Muchas gracias" y se despidió.
La princesa que era tremendamente viva e inteligente consiguió salir del baile sin ser vista y se fue a su cuarto donde su querida y fiel doncella la estaba esperando. Se lo contó todo y juntas pensaron un plan. No podía permitir que el rey cayera en una tristeza profunda cuando se enterase de que la elegida era su propia hija.
"Mañana te presentarás en salón del trono y algo imposible le pedirás" dijo Mariela.
 "Pero ¿el qué? contestó la doncella. 
"Ya sé, ya sé. Un vestido para la boda que brille como el sol de primavera".
Allí se presentó la doncella, el rey estaba muy impaciente, y al escuchar la petición no lo dudó, "Así se hará, pues ella bien lo merece".
 Hizo llamar a los mejores sastres, sin reparar ni en gastos ni complicaciones, y les puso a trabajar. En dos días estaba terminado.
Cuando la princesa lo vio se quedó sin palabras, realmente era complicado pero el amor todo lo puede. Debía pensar más rápido y más  y más. Bueno otro le pediré que sea del color de la luna en invierno. El rey lo intentó y también lo consiguió. Así que la princesa ya no sabía cómo actuar y dándole vueltas pensó en el color del agua del lago cuando le daba el sol después de haber llovido, era un espectáculo de otro mundo. Aún así el rey que su amor había seguido creciendo también lo consiguió.
Mariela y la doncella solo tenía en la cabeza como hacer para que su padre no descubriera que después de todo lo que había pasado su elección era la menos acertada y apropiada. Solo le quedaba la huida, pero lo tenía que hacer muy bien, rápido y de forma muy silenciosa.
Había un pequeño asno en el establo, que si conseguía su piel, con ella se cubriría y la huída sería más fácil. No lo dudó, esa misma noche debía marchar. Metió en una gran bolsa sus tres vestidos, el retrato de su madre y un pequeño anillo con una piedra preciosa, que su padre hacía poco le regaló y que antes había pertenecido a su madre.
Cabalgó sin parar día y noche, tanto que perdió la noción del tiempo. Cuando el agotamiento ya no le dejó seguir se sentó junto a una gran puerta de hierro que parecía la entrada a un castillo. Ella misma pensó, "habrá algún momento en el que alguien la cruce y entonces imploraré ayuda. Un humilde trabajo que me de de comer y un lugar donde reposar". No hubo de esperar mucho, pues casi cuando terminaba el pensamiento, un carro tirado por dos caballos se acercaba. En él viajaban dos lacayos que llevaban los víveres de la semana para el castillo. Mariela, que ya parecía más una mendiga pobre y desdichada, que una bella princesa, preguntó si a cambio de un trabajo le podrían ofrecer un poco de comida y un jergón donde dormir. Ellos lo vieron como una posibilidad, le dejaron subir al carro y la llevaron a un cobertizo detrás de las cocinas.
Estaba encantada pero procuraba siempre pasar desapercibida, y desde luego nunca desveló su verdadera identidad. Al terminar el trabajo del día, se retiraba a su pequeño cuartito y seguía contándole a su madre, mirando el retrato, sus sueños y desventuras. A veces se quitaba la piel de asno, y se ponía los maravillosos vestidos que su padre le había regalado. Se movía por la habitación con pasos ligeros pensando que estaba en el salón de baile. Necesitaba alejar la tristeza de su corazón.
Un día, era al atardecer, el hijo de los reyes del castillo, un príncipe pues, se detuvo ante la puerta al escuchar unos ruidos extraños. Se inclinó y miró por una pequeña ranura que había en la puerta, allí fue testigo de un espectáculo que no esperaba, pues una grácil figura, vestida como un rayo de sol se movía con la gracia de una bailarina. Quedó tremendamente prendado de ella. Tanto que cada día frecuentaba el lugar para comprobar si había sido un sueño o era realidad. Cada día aparecía la bellísima dama vestida de forma diferente, era increíble lo que tenía ante sus ojos.
El príncipe tuvo una gran idea, organizaría una gran fiesta, una fiesta en la que toda doncella del reino podría asistir. Cuando se lo contó a sus padres estos estaban encantados, pues pensaban que ya era hora de que  el príncipe encontrase su princesa. Aunque no intuían las verdaderas intenciones del corazón del príncipe.
Los preparativos duraron un tiempo, y cada día él pasaba al atardecer para ver a quién se había convertido en su amor ideal.
El momento llegó, el baile comenzó y allí estaba ella, deslumbrante, dulce, llena de color y vida. El príncipe no pudo esconder su alegría y bailó con ella mucho más que con las demás. Estaba encantada, pero notaba que algo no iba bien. Pues nada sabía de lo que él había estado haciendo. Pero  Mariela lo conocía bien, y ya su corazón también se había parado en él. Por ello no le importó sentirse elegida. Y con mucho cuidado y gran pericia dejo deslizar su anillo, el regalo de su padre, en el bolsillo de la chaqueta del príncipe. Y cuando creyó que ya no debía seguir allí supo escabullirse discretamente.
Al terminar el baile, el  príncipe la buscó sin encontrarla. No entendía nada, pero una cosa tenía clara no estaba dispuesto a  perder a "su princesa".  Esa misma noche, cuando se quitó la chaqueta, el anillo saltó de su bolsillo. Él dio un brinco de alegría, pues sabía que a ella le pertenecía. Ahora era fácil, a quién le sirviese ese anillo sería la dueña de su corazón.
Era un anillo que solo podía entrar en una mano sencilla y delicada, sería una gran princesa y luego reina.




El príncipe hizo que todas las doncellas que habían acudido al baile pasasen a probarse el anillo. Nada consiguió, estaba muy extrañado. Preguntó por la chica del cobertizo detrás de las cocinas, ¿quién era?. Le contestaron que una mendiga a la que un día habían ayudado, y que como siempre estaba dispuesta a hacer bien su trabajo allí seguía. Pero era muy improbable que hubiese acudido al baile, pues siempre llevaba esa piel de asno porque aseguraba no tenía nada más. El príncipe escuchó con atención pero dijo que también a ella se lo quería probar. Obedecieron y la trajeron a su presencia de inmediato, y ante el asombro de de todos el anillo se deslizó suavemente en su dedo. La piel se le cayó al suelo y el príncipe reconoció el cabello de la muchacha con la que tanto bailó, su color inconfundible e irrepetible.
La muchacha arrepentida le contó toda la historia al príncipe. Este decidió que sin tardar se casaría con ella, pues no deseaba otra cosa que pasar el resto de su vida juntos. Y como tenía un gran corazón le propuso que uno de los primeros invitados sería su padre, quién después de buscarla sin descanso había conseguido encontrar a una mujer bella y sencilla con la que casarse. 
Allí fueron y al ver el rey, el padre de la princesa, en que se había convertido su hija, todos sus dolores se convirtieron en alegría.
La boda duró varias semanas, como las bodas de los castillos en los países lejanos. Todos disfrutaron y se alegraron de que el gran príncipe consiguiera una gran y bella princesa.
Todos felices y así siguieron por siempre jamás.

Fin

CAMBIOS Y RAZONES

El cuento se ha adaptado para que lo escuchen niños de 3º y 4º. A ellos les sigue gustando que los cuentos tengan ese tono mágico de lugares lejanos donde las niñas se identifican con las princesas y los niños con las grandes aventuras.
He procurado mantener la estructura del cuento, padres fantásticos, perdida de un miembro de la familia, problema a resolver, huida del hogar por fuerza mayor conservando objetos del pasado y resolución feliz del conflicto.
Además de conservar el lenguaje de estos cuentos folklóricos, los pequeños cambios que he introducido han sido que el padre elige a su hija pero sin ser consciente, del modo que se hace en el cuento original, el incesto, a esta edad de 8 años para ellos ni es una realidad posible. Con su pensamiento concreto no son capaces de entender el alcance de su significado.
El hada la he cambiado por una doncella, también salen en los cuentos aquellos personajes incondicionales de los protagonistas que siempre tienen un papel secundario pero muy importante.
La forma de huir, de acercarse al castillo y encontrar trabajo. Un poco más reducido, como el enamoramiento del príncipe y su forma de llegar a ella. Muy parecido a la cenicienta o a la bella durmiente, princesas desdichadas que terminan con su príncipe azul y todos tan contentos, "con sus perdices".
Son pequeños cambios que en la tradición oral se pueden dar teniendo en cuenta que el que los relata mira a su público y habla. Yo he pensado en mis alumnos de 4º y así se me ha ocurrido.

Piel de Oso, hermanos Grimn
WEBs  utilizadas
http://claudiaysushistorias.blogspot.com.es/
http://www.grimmstories.com/es/grimm_cuentos/list
http://meriteniauncorderito.blogspot.com.es/
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/perrault/piel_de_asno.htm